La importancia de escuchar al niño y al adolescente después de la escuela
Claves para empezar a conectar y sacar provecho de las conversaciones con tu hijo en edad escolar.
Visitando un almacén encontré a un grupito de tres: una madre, una abuela y un niño. Era inevitable voltear a ver al núcleo peculiar. El niño le urgía la atención de su mamá. Decía en tono bastante alto, podía escucharlo a cuatro pasillos de por medio, “¡Mamá aquello…!”, ¡Mamaaá! ¡Mamaaaá! Llegué a pensar que podría tratarse un niño demandante pidiendo juguetes, pero ya habían pasado a la sección de cuidado personal y el chiquito seguía pidiendo atención.
La abuela, un poco angustiada, de vez en cuando intervenía, trataba de distraer al niño de su exigencia ignorada, pero como era un permiso específico que debía conceder la madre, el infante seguía en su afán, sin lograr respuesta alguna. Su madre parecía sorda, no se inmutaba, no reaccionaba, sin perturbarse continuaba buscando sus productos. Llegué a pensar qué talento el de esa madre para no irritarse, no estallar, no ordenarle a su hijo que se calme, aunque sea que baje un poquito la voz , especialmente porque era un sitio público.
Es que escuchar se ha vuelto complicado para los padres de estos tiempos. Adentrarse en el mundo interno de sus hijos es todo un desafío. Si así es, en una tienda comercial, cuán complicado se vuelve la comunicación asertiva entre padres e hijos una vez entran al sistema escolar. Hay padres que se desentienden del quehacer diario de sus niños. Cuesta creerlo. Pero sí. Getza Barragán, trabaja en el entorno educativo y conoce los casos a la perfección.
“Vivimos en una sociedad de adultos muy ocupados. Padres que además de trabajar, estudian. Cada vez más escasean las ayudas de los familiares, de los abuelos, de las comunidades colaborativas o, al menos, algún adulto que reciba al niño después de la escuela para escucharle, atenderle”, sustenta la psicóloga clínica y terapista integrativa, Getza Barragán.
“Hay muchos niños solos, porque ya a sus progenitores no les alcanza el recurso para tener alguien en casa. Algunos intentan llenar esa falta de atención metiendo a los niños a actividades extracurriculares, sin embargo, allí el pequeño tampoco hallará un espacio para hablar, ser escuchado, desahogarse puesto que estos lugares cumplen otros propósitos: tener disciplina, desarrollar la creatividad…”, desgrana la psicóloga reintegrativa.
La dinámica de la movilización del trabajo-escuela-casa, es uno de los problemas de la urbe capitalina y sus ciudades satélites o dormitorios, la cual entorpece el sano desarrollo de una convivencia familiar. ¿Dónde está el espacio para el niño? Tras un día entero entre viaje de ida, escuela, retorno y cena, ha llegado la hora de dormir.
El espacio propicio para el intercambio de información se pierde, puesto que cuando el niño por fin está en casa con su adulto responsable ya está exhausto y en ese caso, se perdió el valor de la comunicación.
Algunos padres tratan de hacer su función, pero fallan. Le hacen la monótona pregunta todos los días: “¿Cómo te fue en la escuela?” La respuesta en muchos, especialmente preadolescentes, es la palabra: “Normal” y los padres se conforman con el insípido término. ¿Y, qué es normal?, cuestiona, encogiéndose de hombros la psicóloga, quien argumenta que no es suficiente conformarse, no está bien normalizar esa respuesta.
“Puede ser que ese niño se haya quedado sentado en la silla del salón durante su recreo, como normalmente lo hace, para evitar el bullying de sus compañeros. ¿Cuál es la normalidad que se está imaginando el adulto versus la realidad del normal a la que se refiere el niño u adolescente?”, pone en contexto la psicóloga clínica.
Imagínese a usted mismo llegando a casa, y resumiendo su día de trabajo, cuando el jefe juntó a los empleados para decir que habría una nueva ola despidos, que no habrá bonos de navidad este fin de año o que su mejor compañero ha sido despedido y le pregunten, ¿Cómo te fue hoy? y usted responda: “Normal”. ¿Cuánto está conteniendo usted y por qué se lo reserva?
El hogar debería ser un sitio seguro para un niño, donde pueda expresar lo que siente, encontrar la comodidad para expresarse y hallar consuelo. “Si este no es el ambiente que le es proveído a un menor, si no es en casa ¿En qué parte del mundo se va a sentir seguro?” , vuelve a cuestionar la psicóloga y terapista Barragán.
Según la pirámide de las necesidades humanas creada por el psicólogo estadounidense, Abraham Maslow, la seguridad es la segunda necesidad que nuestra especie requiere tener cubierta para su supervivencia. De allí, que la idea del hogar como un sitio seguro para el infante es prioridad.
Suplante y varíe la pregunta
La psicóloga dice que hay un fallo en la comunicación, porque cuando los padres cuestionan sobre el día a día de sus hijos se interesan por los asuntos de adultos (la nota, la conducta, que el chico no dé problemas en la escuela), sin embargo, el interés genuino debería ser sobre temas que son de interés para el propio niño o (pre) adolescente. Por ejemplo, usted necesita saber si el entorno en que deja a su hijo es agradable para él, si le aporta, si se siente motivado de regresar cada día. Trate de averiguarlo con esta guía de preguntas:
¿Cómo te sientes en la escuela?
¿Con quién te sentaste en el colegial? ¿Al lado de quién te sentaste en el colegial?
¿Qué fue lo que más te gustó de haber ido a la escuela?
¿Qué llevan tus amigos en la merienda?
¿Qué hacen después de la merienda?
¿Está disfrutando de la escuela?
Son algunas preguntas que pueden ayudar al padre a marcar una ruta para saber si genuinamente el niño está disfrutando de estar en la escuela o que la escuela se está convirtiendo en un ente de malestar emocional que no le permite adquirir el aprendizaje.
Tome el camino corto
Sin embargo, si quiere tomar un atajo pregúntele por el recreo. ¡Sí!, el recreo es lo que todo niño en edad escolar espera con ansias, para jugar, para compartir con amiguitos, para liberar su personalidad. “Piense como usted lo hacía de niño(a)”, sugiere la especialista.
“Hay niños que juegan solos u otros que prefieren pasar el recreo con los profesores, y estas son claras señales porque cuando un niño se rehúsa a estar con sus pares, es porque algo no anda bien”, infiere la psicóloga infantil.
“Estas acciones deben ser objeto de nuestra atención. Investigar qué es lo que pasa en esa interacción en específico”, apunta Barragán.
La especialista advierte que si bien toma el camino corto su escucha no debe ser desde el apuro o la premura. Tómese su tiempo. Manteniendo el límite y leyendo las emociones de su pequeño.
Evite dar respuestas agresivas
Otro escenario, que puede lesionar la comunicación ente padres e hijos es la forma en que reacciona el adulto cuando el niño narra sus experiencias o resultados no tan positivos.
Hay padres que reaccionan enojados cuando su niño le cuenta que ha hecho algo de forma incorrecta y esta reacción precipitada, en la mayoría de los casos, cierra la vía para el futuro diálogo.
Los niños deberían sentirse seguros de comunicarse, sin sentir el pavor de contarles algo que no va a gustarle a sus adultos responsables. Recordemos que los errores de los niños son parte de su crecimiento y aprendizaje. En la crianza, se debe tomar estos para acompañarlos a reparar sus desaciertos y reencaminarlos hacia su pleno desarrollo.
Los padres deben gestionar sus conflictos, ya sea del entorno laboral, los estragos del tráfico y no explotar aquellas frustraciones con los niños cuando estos acaban de sincerarse con el adulto.
Usted puede decirle al niño: “Esto que hiciste me enojó, pero te voy a acompañar a resolverlo”.
Usted, la voz interior
Cuando corrija a su niño, hágalo con amor. “La presencia activa de los padres en la vida de sus hijos debe ser desde el amor, el afecto y la escucha y no desde la crítica, la represión o el juzgamiento”, aconseja la psicóloga.
“La voz que escuchamos cuando somos adultos es la voz de nuestros padres, la voz interior que tenemos la construyen nuestros padres durante la niñez”, apunta la experta en terapia reintegrativa.
Entonces, “como padre o madre: ¿Qué quieres que tu hijo escuche cuando sea adulto y tenga una situación que atravesar ¿Que lo va a poder lograr o que siempre lo hace todo mal?”, concluye la especialista.